Los resultados del segundo trimestre del año indican que el 53,5% de la población mayor a 18 años tiene alguna cuenta financiera, según el Instituto Nacional de Estadística Informática (INEI). Un incremento en más de 10 puntos porcentuales desde el 2019 a la primera mitad de este año, demostrando así que la brecha en inclusión financiera es cada vez más corta.
Y es que el Estado y diversas entidades financieras apostaron por brindar soluciones que amparen las necesidades de los ciudadanos durante la pandemia, acción que impulsó a que las alternativas de servicios financieros y de soporte al ciudadano se agilicen. Las operaciones digitales cobraron protagonismo y con ello se evitó la propagación mayor del contagio.
Las dimensiones básicas de la inclusión financiera contemplan el acceso, el uso, la calidad y el impacto para el bienestar de familias, organizaciones y comunidades. Influye además en 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible elaborado por la Organización de Naciones Unidas (ONU). Y ante ello, diversas entidades apuestan por generar espacios y proyectos que amparen a los sectores vulnerables.
José Luis Hidalgo, gerente general de Acceso Crediticio, indica que la educación financiera es parte vital para insertar a quienes no tengan llegada al sistema bancario, de manera que la persona cuente con alternativas que solucionen las necesidades que se presenten, tanto para el ahorro como para el cumplimiento de sus deudas. El especialista expone los siguientes beneficios de la inclusión financiera:
Apunta al ingreso de actividades de desarrollo sostenible: brinda alternativas de servicio financiero que estén estratégicamente diseñadas para que el usuario final pueda responder responsablemente a créditos solicitados, sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones, garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social.
Combate la informalidad y el desempleo: el poder contar con una herramienta de trabajo y un sistema financiero confiable es fundamental para gestar una base que permita al ciudadano crecer bajo sus propios medios. Con los recursos suficientes y la orientación adecuada, es posible generar más empleo y oportunidades para la formalización.
Mejora las posibilidades de acceder a una mejor calidad de vida: con buenas condiciones crediticias, gracias al contar con un trabajo o un emprendimiento propio, las condiciones de vida mejoran y se dinamizan los gastos de consumo e inversiones en salud y educación.
Fomenta la disminución de la desigualdad: porque refuerza las condiciones básicas que necesita una persona para crecer financieramente y, por consiguiente, reduce la pobreza.
Promueve el desarrollo del país: a más empleo, mayores oportunidades para todos y la economía se dinamiza. Para lograr ello es imprescindible fomentar la educación financiera. Una apuesta responsable por parte del sector empresarial y del Estado para agilizar el proceso de disminución de pobreza y abrir oportunidades para los sectores más vulnerables.